La Doctrina Vance

Julia Ioffe*

Dependiendo de con quién se hable, J.D. Vance es un ingenuo en política exterior o un amargado veterano de la Guerra contra el Terrorismo movido por el miedo a que la civilización Occidental esté siendo arrasada. La verdad puede estar en algún punto intermedio.

Ilustración: Traza Continental
Incluso en conversaciones privadas, o en lo que él supone que son conversaciones privadas, el vicepresidente J.D. Vance no puede resistirse a desdeñar a los europeos. Enterrado en el tesoro –ahora público– de mensajes de Signal en el chat “Comité Principal Hutí grupo pequeño”, Vance ofreció una extraña crítica a la decisión de Donald Trump de bombardear al grupo en Yemen. El ataque sería un “error”, dijo, no porque fuera un aislacionista que no quiere que Estados Unidos se estanque en otro conflicto más, sino porque reabrir la ruta comercial del Mar Rojo beneficiaría más a Europa que a Estados Unidos. “3% del comercio estadounidense pasa por el suez [sic]. 40% del comercio europeo lo hace”, escribió. “No estoy seguro de que el presidente sea consciente de lo incoherente que es esto con su mensaje sobre Europa en este momento”.
Vance se ha convertido en el mensajero más acérrimo de la postura de Trump de que Europa se ha aprovechado de los contribuyentes estadounidenses al no invertir lo suficiente en su propia defensa. Pero si el presidente detesta lo que percibe como la debilidad casi afeminada de los europeos —sobre todo en comparación con el machismo de Putin— el desprecio de Vance por el liderazgo del continente parece más profundo e ideológico. En febrero, el vicepresidente conmocionó a los europeos en la Conferencia de Seguridad de Múnich cuando los regañó por no gastar dinero en su propia defensa y por predicar sobre la democracia mientras, en opinión de Vance, censuraban el discurso de la extrema derecha y despreciaban las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración descontrolada.

Vance se ha convertido en el mensajero más acérrimo de la postura de Trump de que Europa se ha aprovechado de los contribuyentes estadounidenses al no invertir lo suficiente en su propia defensa.

No era sólo una pose pública. Era, como parece confirmar el chat grupal, el verdadero Vance. Incluso cuando el asesor de seguridad nacional y administrador del chat grupal, Mike Waltz, corrigió amablemente al vicepresidente, “las cifras de comercio que tenemos son el 15% del comercio mundial y el 30% del comercio de contenedores”, escribió, argumentando que es “difícil desglosar eso para el comercio estadounidense”, Vance no soltó el tema. “@Pete Hegseth si crees que debemos hacerlo hagámoslo”, dijo. “Solo que odio rescatar a Europa otra vez”. (“Comparto plenamente tu aversión al gorroneo europeo”, concedió Hegseth. “Es PATÉTICO”.)
Personas familiarizadas con las preferencias de Vance en política exterior coincidieron en que esos mensajes privados son un fiel reflejo de su visión del mundo. Está bastante claro que el equipo de Vance, como dijo una fuente familiarizada con su pensamiento, cree que “los europeos son unos vividores”. Pero estas fuentes también apuntaron a raíces más profundas de esta hostilidad, una mezcla de desilusión post Guerra contra el Terrorismo y una reverencia por la cultura occidental “tradicional” que ha alimentado el desdén de Vance hacia los aliados más antiguos de Estados Unidos.

 

Generación GWOT

Hay dos corrientes de pensamiento sobre las opiniones aislacionistas de Vance en política exterior. Para algunos que presenciaron su rápido ascenso al Senado y luego a la candidatura, Vance es un trepador cínico con pocas convicciones fundamentales. “No cree en nada”, me dijo una fuente republicana del Senado. “Hará lo que sea necesario para trepar el palo grasiento” o, como lo expresó esta persona, para “demostrarle a Trump que es su hijo número uno”.
Pero otros, en cambio, ven la imagen de un joven ambicioso y muy en línea —después de todo, sólo tiene 40 años— que se abrió camino a tientas hacia un conjunto de puntos de vista que recientemente se han profundizado en algo más oscuro y dogmático que la visión transaccional y no ideológica que guió a Trump I. “Ha cambiado de forma muchas veces, pero ha atraído a muchos perfiles que son más ideológicos, más deliberativos a la hora de querer hacer estallar las cosas”, dijo un  republicano experto en política exterior. “Sabe muy poco de política exterior y es muy fácilmente influenciable”, me dijo un demócrata del Senado que trabajó con Vance.

“Ha cambiado de forma muchas veces, pero ha atraído a muchos perfiles que son más ideológicos, más deliberativos a la hora de querer hacer estallar las cosas”, dijo un  republicano experto en política exterior.

Entre las personas que han dado forma a las opiniones de Vance están Patrick Deneen, un filósofo de la nueva derecha posliberal; Elbridge Colby, un aislacionista actualmente nominado para subsecretario de Defensa; el escritor conservador cristiano ortodoxo Rod Dreher; y el húngaro Viktor Orban. El autócrata húngaro, según varias fuentes con las que hablé para este reportaje, se ha convertido en un interlocutor frecuente de Vance y en una profunda influencia en el pensamiento del vicepresidente.
Taylor Van Kirk, secretaria de prensa del vicepresidente, emitió un comunicado en respuesta a las preguntas sobre la política de Vance. “Cualquiera puede conocer los puntos de vista coherentes y de larga data del vicepresidente en materia de política exterior con una rápida búsqueda en Google”, me dijo. “Afortunadamente, muy pocas personas se desinformarán sobre ellas leyendo este estúpido artículo, porque casi nadie está suscrito a este medio basura”.
El acontecimiento fundamental en política exterior para los miembros de la generación de Vance, entre los que me incluyo, fue el 11 de Septiembre y la respuesta de George W. Bush: dos guerras turbias y moralmente ambiguas que costaron una fortuna y no coronaron a Estados Unidos en la gloria. En 2003, durante los primeros meses de la guerra de Irak, Vance se alistó en los Marines tan pronto se graduó de la preparatoria. Fue oficial de asuntos públicos e —irónicamente, dada su actual hostilidad hacia los medios de comunicación— sirvió como periodista de combate en un despliegue en Irak. En el universo de la Infantería de Marina, también se enfrentó a algunas distinciones importantes que probablemente lo dejaron con resentimiento. La primera era una cuestión de clase: era un oficial alistado, a diferencia de los oficiales comisionados, que son licenciados universitarios y suelen pertenecer a estratos socioeconómicos más altos. La segunda era una cuestión de deber: no pertenecía a la infantería, el cuadro más prestigioso y valorado.
Ahora hay toda una generación de millennials veteranos de Irak y Afganistán en ambos partidos de la política estadounidense. La mayoría de ellos salieron profundamente desilusionados de las guerras, pero a muchos del bando republicano les hizo dar un duro giro a la derecha. “El sentimiento básico es: a todos nos vendieron una serie de mentiras” explicó un antiguo asesor republicano de alto rango en el Senado. “Sienten que el gobierno de Estados Unidos malgastó miles de millones de dólares, las vidas de todos nuestros amigos y nuestra salud mental, ¿y qué conseguimos a cambio? Imagina lo que podríamos haber tenido si nos hubiéramos preocupado de nuestros propios asuntos y hubiéramos invertido ese dinero en casa”.

Ahora hay toda una generación de millennials veteranos de Irak y Afganistán en ambos partidos de la política estadounidense. La mayoría de ellos salieron profundamente desilusionados de las guerras, pero a muchos del bando republicano les hizo dar un duro giro a la derecha.

Estos son los Waltz, los Hegseth, los Dan Crenshaw y los J.D. Vance. Para estos veteranos, la Guerra Fría —con su énfasis en las alianzas transatlánticas y la hostilidad hacia Rusia— es un anacronismo. La Guerra Global contra el Terror, o GWOT por sus siglas en inglés, ofreció una lección más pertinente sobre los peligros de la extralimitación estadounidense. “Por eso quieren reformar el Partido Republicano”, dijo un asesor de dicho partido. “Por eso odian a los neoconservadores. Por eso quieren quemarlo, por eso odian al Estado profundo, por eso desconfían del Gobierno. Creo que una vez confiaron cuando tenían 19 años y se alistaron”. Le pregunté a esta fuente por qué Vance parece odiar tanto apoyar a Ucrania. “En esencia, es una reacción a Afganistán e Irak”, explicó el asesor. “Y sólo pueden pensar en Ucrania a través de esa lente”.

 

Suicidio civilizatorio”

Ucrania, para este séquito, es una distracción de la cuestión mayor: el futuro de la civilización occidental, cuyo corazón es la vieja Europa. “Sí, a veces me molestan”, dijo Vance a Laura Ingraham, de Fox News, a principios de este mes sobre los europeos. “Pero hay que recordar que ésta es la cuna de la civilización occidental. Toda la idea de la civilización cristiana que llevó a la fundación de Estados Unidos se formó en Europa”.

Ucrania, para este séquito, es una distracción de la cuestión mayor: el futuro de la civilización occidental, cuyo corazón es la vieja Europa.

Europa, en opinión de Vance, no es sólo un lugar sino una civilización, basada en una “cultura” que necesita protección frente a las hordas de bárbaros a sus puertas. Cuando los países europeos aceptan millones de inmigrantes “de países que son totalmente incompatibles culturalmente”, como dijo Vance en esa entrevista de la Fox, el continente corre el riesgo de un “suicidio civilizatorio”.
Desde este punto de vista, Europa es un archivo civilizatorio de una cultura protoestadounidense en lugar de una mezcla de sociedades reales y dinámicas, un museo en lugar de un hogar. Para Vance y su equipo de política exterior —dirigido por su antiguo asistente Andy Baker, graduado de Berkeley y Oxford que pasó 15 años en el servicio exterior estadounidense— Europa es la tierra de los grandes libros y del canon occidental, de las ruinas grecorromanas y de la Iglesia católica (a la que Vance se ha convertido recientemente), de monumentos, campos de batalla y artefactos culturales. (La Casa Blanca declinó permitir a Vance o a Baker una entrevista).
Algunos académicos han señalado que este tipo de visión idealizada de Europa es la que se mantiene con más fervor en la periferia del continente, y rara vez refleja la realidad europea. Se podría argumentar que por eso los ucranianos luchan tanto por unirse a Europa —o a lo que ellos consideran Europa— en un momento en que los propios europeos no parecen dispuestos a morir por ella. O por qué los derechistas estadounidenses, que se ven a sí mismos como el límite oeste de ese mundo occidental eurocentrista, están tan obsesionados con un ideal de Europa totalmente diferente, así como con su sentimiento de traición por parte de las élites en el corazón del imperio cultural.
De ahí su simpatía por las figuras de extrema derecha —en Alemania e Italia en el centro de Europa, en Hungría y Rusia en su flanco oriental— que consideran defensoras de esa cultura. “Ven una causa común con la AfD, con Orban, con [la primera ministra italiana Giorgia] Meloni y con Rusia”, dijo la fuente familiarizada con el pensamiento del equipo de política exterior de Vance. “No les desanima el autoritarismo”. Para ellos, Rusia no es sólo la tierra de Dostoyevski, Tolstoi y otros pilares de nuestra civilización occidental común. También forma parte de esa constelación de potencias europeas revanchistas y revisionistas que propagan a bombo y platillo un cristianismo militante y no reformado, normas de género tradicionales y el tipo más tóxico de masculinidad. “Esta es la civilización occidental de la que quieren formar parte”, dijo la fuente.
También es la razón por la que creen que Rusia debería volver a unirse a la comunidad europea, y por la que no ven por qué su invasión de Ucrania debería ser un impedimento. En febrero de 2023, apenas un mes después de jurar su cargo en el Senado, Vance hizo un comentario sorprendente sobre Ucrania en un almuerzo republicano privado, según uno de los asistentes: de todos modos, la mayoría son rusos étnicos. ¿Por qué, preguntó, estamos tan centrados en el este de Ucrania? Vance pasó su breve mandato en la Cámara votando “no” a todos los proyectos de ley de ayuda a Ucrania que pudo. “Se caga en Ucrania”, me dijo un senador demócrata. Varias fuentes me dijeron que aparentemente cree en teorías conspirativas sobre Ucrania y las difunde, que parecen propaganda rusa. En privado, le ha dicho a gente que cree que hay verdaderos nazis en Ucrania, un argumento de Putin desde hace más de una década. En público, Vance ha repetido la falsedad fabricada por Rusia de que los ministros ucranianos gastaron dólares de la ayuda estadounidense en un yate de lujo.

Su breve mandato en la Cámara votando “no” a todos los proyectos de ley de ayuda a Ucrania que pudo. “Se caga en Ucrania”, me dijo un senador demócrata.

En Ucrania es donde confluyen los diversos hilos de la visión del mundo de Vance: su simpatía por Rusia, su irritación con las élites europeas que dejan entrar inmigrantes y apoyan a Ucrania, y su instintiva aversión por los proyectos estadounidenses en el extranjero. Días antes de que Rusia lanzara su invasión a gran escala de Ucrania, Vance, entonces candidato al Senado, fue claro. “Tengo que ser honesto con ustedes”, dijo, “realmente no me importa lo que le ocurra a Ucrania de una forma u otra”. La fuente familiarizada con el pensamiento de política exterior de su equipo actualizó esta perspectiva. “Quieren compartimentar Ucrania y devolver a Rusia a la comunidad occidental” dijo esta persona, “porque es donde sienten que pertenece”.

*Julia Ioffe es una de las principales voces en Estados Unidos sobre las relaciones entre ese país y Rusia. Cubre temas relacionados a la seguridad nacional, las relaciones exteriores y la política interna en Washington y Europa.

El texto original en inglés fue publicado en Puck el 27 de marzo de 2025 y puede consultarse en el siguiente link: https://puck.news/what-jd-vance-really-thinks-about-europe/

Julia Ioffe*

Dependiendo de con quién se hable, J.D. Vance es un ingenuo en política exterior o un amargado veterano de la Guerra contra el Terrorismo movido por el miedo a que la civilización Occidental esté siendo arrasada. La verdad puede estar en algún punto intermedio.

Ilustración: Traza Continental

Incluso en conversaciones privadas, o en lo que él supone que son conversaciones privadas, el vicepresidente J.D. Vance no puede resistirse a desdeñar a los europeos. Enterrado en el tesoro –ahora público– de mensajes de Signal en el chat “Comité Principal Hutí grupo pequeño”, Vance ofreció una extraña crítica a la decisión de Donald Trump de bombardear al grupo en Yemen. El ataque sería un “error”, dijo, no porque fuera un aislacionista que no quiere que Estados Unidos se estanque en otro conflicto más, sino porque reabrir la ruta comercial del Mar Rojo beneficiaría más a Europa que a Estados Unidos. “3% del comercio estadounidense pasa por el suez [sic]. 40% del comercio europeo lo hace”, escribió. “No estoy seguro de que el presidente sea consciente de lo incoherente que es esto con su mensaje sobre Europa en este momento”.

Vance se ha convertido en el mensajero más acérrimo de la postura de Trump de que Europa se ha aprovechado de los contribuyentes estadounidenses al no invertir lo suficiente en su propia defensa. Pero si el presidente detesta lo que percibe como la debilidad casi afeminada de los europeos —sobre todo en comparación con el machismo de Putin— el desprecio de Vance por el liderazgo del continente parece más profundo e ideológico. En febrero, el vicepresidente conmocionó a los europeos en la Conferencia de Seguridad de Múnich cuando los regañó por no gastar dinero en su propia defensa y por predicar sobre la democracia mientras, en opinión de Vance, censuraban el discurso de la extrema derecha y despreciaban las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración descontrolada.

Vance se ha convertido en el mensajero más acérrimo de la postura de Trump de que Europa se ha aprovechado de los contribuyentes estadounidenses al no invertir lo suficiente en su propia defensa.

No era sólo una pose pública. Era, como parece confirmar el chat grupal, el verdadero Vance. Incluso cuando el asesor de seguridad nacional y administrador del chat grupal, Mike Waltz, corrigió amablemente al vicepresidente, “las cifras de comercio que tenemos son el 15% del comercio mundial y el 30% del comercio de contenedores”, escribió, argumentando que es “difícil desglosar eso para el comercio estadounidense”, Vance no soltó el tema. “@Pete Hegseth si crees que debemos hacerlo hagámoslo”, dijo. “Solo que odio rescatar a Europa otra vez”. (“Comparto plenamente tu aversión al gorroneo europeo”, concedió Hegseth. “Es PATÉTICO”.)

Personas familiarizadas con las preferencias de Vance en política exterior coincidieron en que esos mensajes privados son un fiel reflejo de su visión del mundo. Está bastante claro que el equipo de Vance, como dijo una fuente familiarizada con su pensamiento, cree que “los europeos son unos vividores”. Pero estas fuentes también apuntaron a raíces más profundas de esta hostilidad, una mezcla de desilusión post Guerra contra el Terrorismo y una reverencia por la cultura occidental “tradicional” que ha alimentado el desdén de Vance hacia los aliados más antiguos de Estados Unidos.

 

Generación GWOT

Hay dos corrientes de pensamiento sobre las opiniones aislacionistas de Vance en política exterior. Para algunos que presenciaron su rápido ascenso al Senado y luego a la candidatura, Vance es un trepador cínico con pocas convicciones fundamentales. “No cree en nada”, me dijo una fuente republicana del Senado. “Hará lo que sea necesario para trepar el palo grasiento” o, como lo expresó esta persona, para “demostrarle a Trump que es su hijo número uno”.

Pero otros, en cambio, ven la imagen de un joven ambicioso y muy en línea —después de todo, sólo tiene 40 años— que se abrió camino a tientas hacia un conjunto de puntos de vista que recientemente se han profundizado en algo más oscuro y dogmático que la visión transaccional y no ideológica que guió a Trump I. “Ha cambiado de forma muchas veces, pero ha atraído a muchos perfiles que son más ideológicos, más deliberativos a la hora de querer hacer estallar las cosas”, dijo un  republicano experto en política exterior. “Sabe muy poco de política exterior y es muy fácilmente influenciable”, me dijo un demócrata del Senado que trabajó con Vance.

“Ha cambiado de forma muchas veces, pero ha atraído a muchos perfiles que son más ideológicos, más deliberativos a la hora de querer hacer estallar las cosas”, dijo un  republicano experto en política exterior.

Entre las personas que han dado forma a las opiniones de Vance están Patrick Deneen, un filósofo de la nueva derecha posliberal; Elbridge Colby, un aislacionista actualmente nominado para subsecretario de Defensa; el escritor conservador cristiano ortodoxo Rod Dreher; y el húngaro Viktor Orban. El autócrata húngaro, según varias fuentes con las que hablé para este reportaje, se ha convertido en un interlocutor frecuente de Vance y en una profunda influencia en el pensamiento del vicepresidente.

Taylor Van Kirk, secretaria de prensa del vicepresidente, emitió un comunicado en respuesta a las preguntas sobre la política de Vance. “Cualquiera puede conocer los puntos de vista coherentes y de larga data del vicepresidente en materia de política exterior con una rápida búsqueda en Google”, me dijo. “Afortunadamente, muy pocas personas se desinformarán sobre ellas leyendo este estúpido artículo, porque casi nadie está suscrito a este medio basura”.

El acontecimiento fundamental en política exterior para los miembros de la generación de Vance, entre los que me incluyo, fue el 11 de Septiembre y la respuesta de George W. Bush: dos guerras turbias y moralmente ambiguas que costaron una fortuna y no coronaron a Estados Unidos en la gloria. En 2003, durante los primeros meses de la guerra de Irak, Vance se alistó en los Marines tan pronto se graduó de la preparatoria. Fue oficial de asuntos públicos e —irónicamente, dada su actual hostilidad hacia los medios de comunicación— sirvió como periodista de combate en un despliegue en Irak. En el universo de la Infantería de Marina, también se enfrentó a algunas distinciones importantes que probablemente lo dejaron con resentimiento. La primera era una cuestión de clase: era un oficial alistado, a diferencia de los oficiales comisionados, que son licenciados universitarios y suelen pertenecer a estratos socioeconómicos más altos. La segunda era una cuestión de deber: no pertenecía a la infantería, el cuadro más prestigioso y valorado.

Ahora hay toda una generación de millennials veteranos de Irak y Afganistán en ambos partidos de la política estadounidense. La mayoría de ellos salieron profundamente desilusionados de las guerras, pero a muchos del bando republicano les hizo dar un duro giro a la derecha. “El sentimiento básico es: a todos nos vendieron una serie de mentiras” explicó un antiguo asesor republicano de alto rango en el Senado. “Sienten que el gobierno de Estados Unidos malgastó miles de millones de dólares, las vidas de todos nuestros amigos y nuestra salud mental, ¿y qué conseguimos a cambio? Imagina lo que podríamos haber tenido si nos hubiéramos preocupado de nuestros propios asuntos y hubiéramos invertido ese dinero en casa”.

Ahora hay toda una generación de millennials veteranos de Irak y Afganistán en ambos partidos de la política estadounidense. La mayoría de ellos salieron profundamente desilusionados de las guerras, pero a muchos del bando republicano les hizo dar un duro giro a la derecha.

Estos son los Waltz, los Hegseth, los Dan Crenshaw y los J.D. Vance. Para estos veteranos, la Guerra Fría —con su énfasis en las alianzas transatlánticas y la hostilidad hacia Rusia— es un anacronismo. La Guerra Global contra el Terror, o GWOT por sus siglas en inglés, ofreció una lección más pertinente sobre los peligros de la extralimitación estadounidense. “Por eso quieren reformar el Partido Republicano”, dijo un asesor de dicho partido. “Por eso odian a los neoconservadores. Por eso quieren quemarlo, por eso odian al Estado profundo, por eso desconfían del Gobierno. Creo que una vez confiaron cuando tenían 19 años y se alistaron”. Le pregunté a esta fuente por qué Vance parece odiar tanto apoyar a Ucrania. “En esencia, es una reacción a Afganistán e Irak”, explicó el asesor. “Y sólo pueden pensar en Ucrania a través de esa lente”.

 

Suicidio civilizatorio”

Ucrania, para este séquito, es una distracción de la cuestión mayor: el futuro de la civilización occidental, cuyo corazón es la vieja Europa. “Sí, a veces me molestan”, dijo Vance a Laura Ingraham, de Fox News, a principios de este mes sobre los europeos. “Pero hay que recordar que ésta es la cuna de la civilización occidental. Toda la idea de la civilización cristiana que llevó a la fundación de Estados Unidos se formó en Europa”.

Ucrania, para este séquito, es una distracción de la cuestión mayor: el futuro de la civilización occidental, cuyo corazón es la vieja Europa.

Europa, en opinión de Vance, no es sólo un lugar sino una civilización, basada en una “cultura” que necesita protección frente a las hordas de bárbaros a sus puertas. Cuando los países europeos aceptan millones de inmigrantes “de países que son totalmente incompatibles culturalmente”, como dijo Vance en esa entrevista de la Fox, el continente corre el riesgo de un “suicidio civilizatorio”.

Desde este punto de vista, Europa es un archivo civilizatorio de una cultura protoestadounidense en lugar de una mezcla de sociedades reales y dinámicas, un museo en lugar de un hogar. Para Vance y su equipo de política exterior —dirigido por su antiguo asistente Andy Baker, graduado de Berkeley y Oxford que pasó 15 años en el servicio exterior estadounidense— Europa es la tierra de los grandes libros y del canon occidental, de las ruinas grecorromanas y de la Iglesia católica (a la que Vance se ha convertido recientemente), de monumentos, campos de batalla y artefactos culturales. (La Casa Blanca declinó permitir a Vance o a Baker una entrevista).

Algunos académicos han señalado que este tipo de visión idealizada de Europa es la que se mantiene con más fervor en la periferia del continente, y rara vez refleja la realidad europea. Se podría argumentar que por eso los ucranianos luchan tanto por unirse a Europa —o a lo que ellos consideran Europa— en un momento en que los propios europeos no parecen dispuestos a morir por ella. O por qué los derechistas estadounidenses, que se ven a sí mismos como el límite oeste de ese mundo occidental eurocentrista, están tan obsesionados con un ideal de Europa totalmente diferente, así como con su sentimiento de traición por parte de las élites en el corazón del imperio cultural.

De ahí su simpatía por las figuras de extrema derecha —en Alemania e Italia en el centro de Europa, en Hungría y Rusia en su flanco oriental— que consideran defensoras de esa cultura. “Ven una causa común con la AfD, con Orban, con [la primera ministra italiana Giorgia] Meloni y con Rusia”, dijo la fuente familiarizada con el pensamiento del equipo de política exterior de Vance. “No les desanima el autoritarismo”. Para ellos, Rusia no es sólo la tierra de Dostoyevski, Tolstoi y otros pilares de nuestra civilización occidental común. También forma parte de esa constelación de potencias europeas revanchistas y revisionistas que propagan a bombo y platillo un cristianismo militante y no reformado, normas de género tradicionales y el tipo más tóxico de masculinidad. “Esta es la civilización occidental de la que quieren formar parte”, dijo la fuente.

También es la razón por la que creen que Rusia debería volver a unirse a la comunidad europea, y por la que no ven por qué su invasión de Ucrania debería ser un impedimento. En febrero de 2023, apenas un mes después de jurar su cargo en el Senado, Vance hizo un comentario sorprendente sobre Ucrania en un almuerzo republicano privado, según uno de los asistentes: de todos modos, la mayoría son rusos étnicos. ¿Por qué, preguntó, estamos tan centrados en el este de Ucrania? Vance pasó su breve mandato en la Cámara votando “no” a todos los proyectos de ley de ayuda a Ucrania que pudo. “Se caga en Ucrania”, me dijo un senador demócrata. Varias fuentes me dijeron que aparentemente cree en teorías conspirativas sobre Ucrania y las difunde, que parecen propaganda rusa. En privado, le ha dicho a gente que cree que hay verdaderos nazis en Ucrania, un argumento de Putin desde hace más de una década. En público, Vance ha repetido la falsedad fabricada por Rusia de que los ministros ucranianos gastaron dólares de la ayuda estadounidense en un yate de lujo.

Su breve mandato en la Cámara votando “no” a todos los proyectos de ley de ayuda a Ucrania que pudo. “Se caga en Ucrania”, me dijo un senador demócrata.

En Ucrania es donde confluyen los diversos hilos de la visión del mundo de Vance: su simpatía por Rusia, su irritación con las élites europeas que dejan entrar inmigrantes y apoyan a Ucrania, y su instintiva aversión por los proyectos estadounidenses en el extranjero. Días antes de que Rusia lanzara su invasión a gran escala de Ucrania, Vance, entonces candidato al Senado, fue claro. “Tengo que ser honesto con ustedes”, dijo, “realmente no me importa lo que le ocurra a Ucrania de una forma u otra”. La fuente familiarizada con el pensamiento de política exterior de su equipo actualizó esta perspectiva. “Quieren compartimentar Ucrania y devolver a Rusia a la comunidad occidental” dijo esta persona, “porque es donde sienten que pertenece”.

*Julia Ioffe es una de las principales voces en Estados Unidos sobre las relaciones entre ese país y Rusia. Cubre temas relacionados a la seguridad nacional, las relaciones exteriores y la política interna en Washington y Europa.

El texto original en inglés fue publicado en Puck el 27 de marzo de 2025 y puede consultarse en el siguiente link: https://puck.news/what-jd-vance-really-thinks-about-europe/

Incluso en conversaciones privadas, o en lo que él supone que son conversaciones privadas, el vicepresidente J.D. Vance no puede resistirse a desdeñar a los europeos. Enterrado en el tesoro –ahora público– de mensajes de Signal en el chat “Comité Principal Hutí grupo pequeño”, Vance ofreció una extraña crítica a la decisión de Donald Trump …

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