Por Zoe Kolenovsky*
Stephen Miller tiene 39 años y es una de las personas mas influyentes en el entorno de Donald Trump. Junto con el vicepresidente J.D. Vance, el senador Josh Hawley y decenas de intelectuales, políticos y empresarios, forma parte de una nueva generación de hombres y mujeres radicales que se ha propuesto rescatar Estados Unidos de su decadencia y refundar el Partido Republicano.
Desde 2016 es miembro del círculo cercano del presidente y fue uno de sus primeros y más comprometidos promotores. Como Peter Thiel, Steve Bannon o Jeff Sessions, Miller es un creyente absoluto en la misión histórica de Trump y puede contarse entre los precursores del proceso de cambio que vive la nación norteamericana.
Hace unas semanas, Zoe Kolenovsky hizo un ejercicio que traducimos en Traza Continental: a través de la revisión de los escritos de Miller como estudiante en Duke, rastrea el origen de algunas posturas del subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca sobre la migración, la seguridad o la nación, mismas que hoy forman parte del discurso central de la administración estadounidense.

Stephen Miller, subdirector del gabinete de política de la administración Trump, se ha posicionado como uno de los hombres más poderosos del país. Pero antes de ser una de las manos derechas del presidente, Miller era un Blue Devil [Así se conoce a los jugadores de los equipos deportivos de la Universidad de Duke, N. del T. ]. Y mientras estaba en Duke, escribió una columna de opinión para The Chronicle [El periódico estudiantil de la universidad, N. del T.]
Miller, graduado de Trinity en 2007 [El Trinity College of Arts and Sciences es la facultad de pregrado en artes liberales de la Universidad de Duke, N. del T], supervisa gran parte de la política nacional que sale de la Casa Blanca. Previamente, fue redactor de discursos durante la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y luego ocupó un puesto de asesor principal durante la primera administración del presidente. Allí, se dio a conocer como la fuerza impulsora detrás de la agenda restrictiva de inmigración de la administración, ganándose el apodo “el cerebro de Trump”.
Mientras la segunda temporada de Miller en el Ala Oeste empieza a tomar forma, The Chronicle hizo una retrospectiva de las opiniones que escribió en nuestras páginas durante su época de estudiante, explorando aquellas que se han mantenido firmes a lo largo de los años y que ahora pueden estar dirigiendo el futuro del país.
Se dio a conocer como la fuerza impulsora detrás de la agenda restrictiva de inmigración de la administración, ganándose el apodo “el cerebro de Trump”.
“La hora de Miller”
Miller sostuvo su posición de columnista en The Chronicle durante 19 meses, publicando opiniones aproximadamente quincenales durante su penúltimo y último año de estudios. En total, cuenta con 25 publicaciones en The Chronicle.
Apodada “La hora de Miller”, la columna causó furor en el campus por sus posturas a menudo controvertidas. La notoriedad local de Miller alcanzó nuevas alturas en el otoño de su último año, cuando el escándalo de lacrosse en Duke sacudió al país, y se le dio una plataforma nacional como uno de los defensores más acérrimos de los jugadores contra acusaciones de violación, que posteriormente se demostraron falsas.
Sus piezas adquirieron un tono atento pero dominante, demostrando una cualidad reflexiva digna del entonces joven estudiante de filosofía. Miller tocó temas de una cultura social estadounidense en declive y estructuras institucionales que no lograron operar en beneficio de sus electores, escribiendo desde una autodescrita perspectiva conservadora asediada que se ha mantenido hasta el día de hoy como piedra angular en su enfoque de asesoramiento estratégico.
Fronteras estrechas
Una de las columnas más esclarecedoras de Miller es “9.11.01”, publicada el 11 de septiembre de 2006.
Abre la pieza con una serie de viñetas de la mañana del ataque terrorista cinco años antes, familiarizando a su audiencia con las historias de Betty Ong, una asistente de American Airlines en el Vuelo 11 que informó por primera vez a las autoridades de los secuestros; de Melissa Doi, una gerente financiera que llamó a los servicios de emergencia desde la Torre Sur y les preguntó si iba a morir; y de Mychal Judge, capellán del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Nueva York que acudió al lugar para brindar consuelo y realizar los últimos ritos a los socorristas moribundos antes de suicidarse.
“Estados Unidos nunca vio lo que realmente sucedió el 11 de septiembre”, escribió Miller. “Conocen los números, pero no las historias. Conocen la tragedia pero no el horror”.
Él informa haber pasado semanas “sumergiéndose en el 11 de septiembre”, una tarea en la que él cree “cada uno de nosotros debería obligarse a hacer”. Después de zambullirse en esa investigación, Miller emergió del otro lado con fuertes convicciones sobre las prioridades de seguridad nacional de su país.
“¿Por qué no son seguros nuestros aeropuertos, fronteras o puertos?… ¿Por qué hay tres millones de personas en los Estados Unidos que se han quedado más de lo permitido por sus visas? ¿Por qué el asesinato de tres mil personas no es suficiente para sacarnos de nuestra apatía?” escribió. “Tal vez, si más personas investigaran la verdadera historia del 11 de septiembre, en todo su horror, no hará falta otro ataque, y más devastación incalculable, para motivarnos a arreglar el peligroso status quo”.
Miller se sintió lo suficientemente motivado, y pondría en práctica esas creencias —que se materializaron en un fuerte sentimiento xenófobo y una afinidad por la seguridad fronteriza estricta— a lo largo de su futura carrera en el espacio político.
Después de graduarse de Duke, trabajó como secretario de prensa de la diputada republicana por Minnesota Michele Bachmann, y el diputado republicano por Arizona John Shadegg, antes de unirse al personal del senador republicano por Alabama, Jeff Sessions. Allí, Miller redactó un “manual de inmigración” lleno de puntos de discusión clave para funcionarios republicanos que serían fundamentales para derribar un proyecto de ley bipartidista de reforma migratoria conocido como el plan de la “Pandilla de los Ocho”, que buscaba establecer un camino hacia la ciudadanía para algunos inmigrantes que residían ilegalmente en el país, al tiempo que fortalecía las medidas de control fronterizo.
El papel de Miller en matar con éxito el proyecto de ley se convirtió en el primer paso importante para arreglar lo que vio en 2006 como un sistema de seguridad nacional “poroso, insuficientemente tripulado y políticamente correcto”.
Miller dejó la oficina de Sessions en 2016 para unirse a la campaña de Trump. Después de que la candidatura republicana ganara la Casa Blanca en noviembre, Miller se convirtió en una de las principales voces de la administración en materia de inmigración. Se le ha atribuido ampliamente liderar el esfuerzo para implementar la controvertida prohibición de viaje de 2017 dirigida a varios países mayoritariamente musulmanes, así como la medida de 2018 para separar a las familias inmigrantes en la frontera entre Estados Unidos y México como estrategia de disuasión.
Ahora, como figura clave detrás del regreso de Trump a la Oficina Oval, se han referido a Miller como un “arquitecto líder” de la agenda de inmigración de la administración, que hasta ahora se ha caracterizado por deportaciones masivas y una seguridad fronteriza más estricta. Los primeros pasos de este plan ya están en marcha, con la Ley Laken Riley promulgada por Trump el 29 de enero —la primera legislación que salió de su segundo mandato— y varias de las primeras órdenes ejecutivas destinadas a tomar medidas enérgicas contra la inmigración ilegal.
Como figura clave detrás del regreso de Trump a la Oficina Oval, se han referido a Miller como un “arquitecto líder” de la agenda de inmigración de la administración, que hasta ahora se ha caracterizado por deportaciones masivas y una seguridad fronteriza más estricta.
La preferencia de Miller por una política de inmigración fuertemente restrictiva no se originó en Duke —publicó artículos de opinión con un sentimiento similar al America First cuando estaba en la preparatoria y sus ex compañeros de California lo recuerdan por su fuerte “ideología excluyente” y su tono a menudo soberbio.
Aun así, las opiniones de Miller al respecto parecen tan ciertas en sus políticas actuales como cuando las narró a sus 21 años.
“Esto no tiene nada que ver con republicanos o demócratas, derecha o izquierda. Esto no debería ser político”, escribió Miller en 2006. “Que esas trágicas muertes sean toda la motivación que necesitemos para luchar contra el terrorismo y mantener a salvo a nuestra nación. Dios nos ampare si no lo hacemos”.
Diversidad de perspectivas…
Miller fue durante un tiempo presidente de la delegación de Duke de Estudiantes por la Libertad Académica y a veces escribía como representante de la organización. Como tal, muchas de sus columnas presentaban una corriente oculta de defensa de una mayor diversidad ideológica en el campus.
Su primera pieza, publicada en septiembre de 2005 y titulada “Bienvenidos a la Universidad Izquierdista”, inició el tema recurrente. Allí, acusó a Duke de quedarse corta en diversidad de pensamiento, una “deficiencia vergonzosa” que Miller atribuyó a la Universidad y sus instituciones homólogas.
“Nuestra academia es terrible e innegablemente unilateral”, escribió. “Al igual que innumerables otras escuelas en todo el país, nosotros también somos una universidad de izquierda”.
Miller señaló una encuesta de profesores en humanidades y artes liberales realizada por la Unión Conservadora de Duke en 2004, que encontró que los demócratas superaban a los republicanos en más de seis a uno. Retomó este desequilibrio en varias de sus columnas para argumentar que las opiniones políticas de los profesores influían en su enfoque de la enseñanza, en perjuicio de sus alumnos.
Así abre una pieza de febrero de 2006: “Un gran número de profesores de Duke han ignorado los principios básicos de la libertad académica y han abandonado sus obligaciones profesionales. Adoctrinan a los estudiantes en sus ideologías y prejuicios personales y, al hacerlo, traicionan a las mismas personas que se supone que son su principal preocupación”.
Miller escribió que las prácticas de contratación del profesorado se veían socavadas por los prejuicios personales de los miembros del comité, “lo que conduce a un entorno académico monolítico que compromete gravemente la educación de los estudiantes”. También incluyó una lista de testimonios de estudiantes que alegaban que varios miembros de la facultad no estaban dispuestos a escuchar opiniones diferentes a las suyas en el aula.
En su infame serie de dos partes “Perfeccionando a Duke”, en la que Miller presentó una lista de sugerencias para mejorar las políticas de la universidad y la experiencia de los estudiantes, abogó por una “declaración de derechos de los estudiantes que garantice a todos los alumnos de este campus una educación libre de discriminación política, adoctrinamiento partidista y calificaciones por motivos políticos” para disuadir a los profesores de “dedicarse al activismo en lugar de a la instrucción” en el atril. En ese sentido, hizo un llamado a la Universidad a “dejar de contratar y mantener en sus puestos a radicales cuya primera causa es la política y no la educación, que humillan a nuestra escuela y ponen en duda la seriedad con que nos tomamos nuestra misión académica”.
La administración Trump de hoy ha adoptado gran parte de la misma retórica, con el ahora presidente jurando durante su campaña de 2024 terminar con el “wokismo” y el “adoctrinamiento de izquierda” en las aulas de todo el país. Desde que asumió el cargo, Trump ha firmado órdenes ejecutivas que imponen recortes de financiamiento para las escuelas a nivel K-12 y universitario que tengan iniciativas de diversidad, equidad e inclusión, promoviendo en su lugar la “educación patriótica”. Su vicepresidente, J.D. Vance, invocó una vez al expresidente Richard Nixon, graduado de la Facultad de Derecho en 1937, para afirmar que “los profesores son el enemigo”.
La administración Trump de hoy ha adoptado gran parte de la misma retórica, con el ahora presidente jurando durante su campaña de 2024 terminar con el “wokismo” y el “adoctrinamiento de izquierda” en las aulas de todo el país.
…pero solo para unos pocos
Incluso cuando el futuro asesor presidencial Miller promovió un mayor impulso por la diversidad ideológica en el campus como una solución a lo que él veía como un sistema de educación superior políticamente aislado, el columnista dedicó una cantidad considerable de espacio en sus páginas a criticar a quienes expresaron puntos de vista en fuerte oposición a los suyos.
En su columna inaugural, condenó la “terrible” decisión del entonces Presidente Richard Brodhead de permitir al Movimiento de Solidaridad con Palestina celebrar una conferencia en el campus, alegando que el grupo tenía conexiones con organizaciones terroristas. La administración Trump hoy ha planteado una posición similar, denunciando las protestas pro-Palestina actuales en los campus universitarios como parte de una “revolución radical” y prometiendo deportar a estudiantes internacionales que participen en ellas.
Miller se opuso a otras decisiones de la administración de la Universidad que, en su opinión, revelaban un sesgo liberal, como recibir a Maya Angelou para un discurso de convocatoria o no celebrar la Navidad con suficiente fervor, tema al que dedicó dos artículos (Miller es judío, pero argumentó que “el cristianismo está incrustado en el alma misma de nuestra nación” y, por tanto, la festividad merecía un mayor reconocimiento en el campus).
Miller es judío, pero argumentó que “el cristianismo está incrustado en el alma misma de nuestra nación”
Notablemente, él repetidamente criticó a administradores, profesores, compañeros y la prensa por saltar a la conclusión de que tres jugadores de lacrosse de Duke eran culpables de violación, a pesar de lo que él expuso como pruebas inadecuadas y un fiscal de distrito políticamente motivado con un enfoque laxo respecto al debido proceso. Miller fue reivindicado primero en 2007 por un veredicto de inocencia, y nuevamente en 2024 cuando la acusadora Crystal Mangum confesó haber fabricado las acusaciones.
Miller señaló a Hollywood como otro blanco de su desdén, pero estas quejas eran más consistentes con la petición recurrente de diversidad de puntos de vista. Similar a los cargos que presentó contra el profesorado de Duke, Miller acusó a la industria del entretenimiento de servir como “máquina de propaganda”, difundiendo mensajes de tendencia liberal y fomentando la división cultural.
“Se está librando una gran guerra ideológica por el futuro del país, y después del sistema educativo, la industria del entretenimiento es el recurso más influyente de la izquierda”, escribió en enero de 2006.
Una nación, indivisible
Aun así, las opiniones de Miller representadas en su columna no son inherentemente anti-institucionales. Si bien criticó con frecuencia a las llamadas élites liberales en las instituciones culturales estadounidenses y en toda la industria de la educación superior, afirmó constantemente un gran amor por su alma mater y deseo por verla crecer y mejorar.
“Si realmente amamos a Duke y apoyamos verdaderamente a sus estudiantes, entonces tomaremos medidas para reparar la Universidad que amamos y proteger a todos sus estudiantes presentes y futuros”, escribió Miller en febrero de 2007. “Si realmente amamos a Duke, entonces exigiremos que esté a la altura de sus ideales”.
Enmarcar la crítica como un medio para mejorar los sistemas institucionales fue un enfoque que Miller aplicó a su comentario sobre la nación en su conjunto, cuya “grandeza” exaltaba a menudo. A pesar de toda la división que vio en el país a través de líneas ideológicas, raciales y culturales, en su columna final para The Chronicle, Miller dejó a los lectores un mensaje de unidad.
“Tal como sucedió en nuestros primeros días como 13 colonias, solo unidos podemos asumir la carga. Solo unidos perdurará nuestra amada república”, firmó el 23 de abril de 2007.
El futuro graduado de Duke —y eventual redactor de discursos del presidente— escribió entonces sobre temas que llegarían a ser predicados por el comandante supremo de la nación, predicando una visión del excepcionalismo estadounidense y haciendo un llamamiento a una muestra de unidad digna de la máxima rectora de la nación: “E Pluribus Unum.”
El futuro graduado de Duke —y eventual redactor de discursos del presidente— escribió entonces sobre temas que llegarían a ser predicados por el comandante supremo de la nación
Pero como señalaron los críticos de Trump este año, cuando hizo de la unidad una parte central de su mensaje de campaña —haciendo eco de la oposición a Miller en aquel entonces— este énfasis contrasta con un largo historial de retórica divisiva.
Miller ciertamente no es el primer agente político que muestra signos de contradicción en su discurso. Pero al menos a través de la fotografía que ofrecen las páginas de The Chronicle, el enfoque de la búsqueda de una unión más perfecta adoptado por una de las voces favoritas del presidente parece caracterizarse por una tendencia a confundir armonía cultural con homogeneidad cultural.
*Zoe Kolenovsky es estudiante de tercer año de pregrado en Duke University, donde se especializa en políticas públicas, ciencias ambientales y periodismo. Es editora de noticias en The Chronicle.
El texto original en inglés fue publicado en The Chronicle el 28 de febrero de 2025 y puede consultarse en el siguiente link: https://www.dukechronicle.com/article/2025/02/duke-university-stephen-miller-chronicle-opinion-column-miller-time-conservative-controversial-trump-administration-deputy-chief-of-staff-for-policy-trumps-brain
Por Zoe Kolenovsky*
Stephen Miller tiene 39 años y es una de las personas mas influyentes en el entorno de Donald Trump. Junto con el vicepresidente J.D. Vance, el senador Josh Hawley y decenas de intelectuales, políticos y empresarios, forma parte de una nueva generación de hombres y mujeres radicales que se ha propuesto rescatar Estados Unidos de su decadencia y refundar el Partido Republicano.
Desde 2016 es miembro del círculo cercano del presidente y fue uno de sus primeros y más comprometidos promotores. Como Peter Thiel, Steve Bannon o Jeff Sessions, Miller es un creyente absoluto en la misión histórica de Trump y puede contarse entre los precursores del proceso de cambio que vive la nación norteamericana.
Hace unas semanas, Zoe Kolenovsky hizo un ejercicio que traducimos en Traza Continental: a través de la revisión de los escritos de Miller como estudiante en Duke, rastrea el origen de algunas posturas del subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca sobre la migración, la seguridad o la nación, mismas que hoy forman parte del discurso central de la administración estadounidense.

Stephen Miller, subdirector del gabinete de política de la administración Trump, se ha posicionado como uno de los hombres más poderosos del país. Pero antes de ser una de las manos derechas del presidente, Miller era un Blue Devil [Así se conoce a los jugadores de los equipos deportivos de la Universidad de Duke, N. del T. ]. Y mientras estaba en Duke, escribió una columna de opinión para The Chronicle [El periódico estudiantil de la universidad, N. del T.]
Miller, graduado de Trinity en 2007 [El Trinity College of Arts and Sciences es la facultad de pregrado en artes liberales de la Universidad de Duke, N. del T], supervisa gran parte de la política nacional que sale de la Casa Blanca. Previamente, fue redactor de discursos durante la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y luego ocupó un puesto de asesor principal durante la primera administración del presidente. Allí, se dio a conocer como la fuerza impulsora detrás de la agenda restrictiva de inmigración de la administración, ganándose el apodo “el cerebro de Trump”.
Mientras la segunda temporada de Miller en el Ala Oeste empieza a tomar forma, The Chronicle hizo una retrospectiva de las opiniones que escribió en nuestras páginas durante su época de estudiante, explorando aquellas que se han mantenido firmes a lo largo de los años y que ahora pueden estar dirigiendo el futuro del país.
Se dio a conocer como la fuerza impulsora detrás de la agenda restrictiva de inmigración de la administración, ganándose el apodo “el cerebro de Trump”.
“La hora de Miller”
Miller sostuvo su posición de columnista en The Chronicle durante 19 meses, publicando opiniones aproximadamente quincenales durante su penúltimo y último año de estudios. En total, cuenta con 25 publicaciones en The Chronicle.
Apodada “La hora de Miller”, la columna causó furor en el campus por sus posturas a menudo controvertidas. La notoriedad local de Miller alcanzó nuevas alturas en el otoño de su último año, cuando el escándalo de lacrosse en Duke sacudió al país, y se le dio una plataforma nacional como uno de los defensores más acérrimos de los jugadores contra acusaciones de violación, que posteriormente se demostraron falsas.
Sus piezas adquirieron un tono atento pero dominante, demostrando una cualidad reflexiva digna del entonces joven estudiante de filosofía. Miller tocó temas de una cultura social estadounidense en declive y estructuras institucionales que no lograron operar en beneficio de sus electores, escribiendo desde una autodescrita perspectiva conservadora asediada que se ha mantenido hasta el día de hoy como piedra angular en su enfoque de asesoramiento estratégico.
Fronteras estrechas
Una de las columnas más esclarecedoras de Miller es “9.11.01”, publicada el 11 de septiembre de 2006.
Abre la pieza con una serie de viñetas de la mañana del ataque terrorista cinco años antes, familiarizando a su audiencia con las historias de Betty Ong, una asistente de American Airlines en el Vuelo 11 que informó por primera vez a las autoridades de los secuestros; de Melissa Doi, una gerente financiera que llamó a los servicios de emergencia desde la Torre Sur y les preguntó si iba a morir; y de Mychal Judge, capellán del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Nueva York que acudió al lugar para brindar consuelo y realizar los últimos ritos a los socorristas moribundos antes de suicidarse.
“Estados Unidos nunca vio lo que realmente sucedió el 11 de septiembre”, escribió Miller. “Conocen los números, pero no las historias. Conocen la tragedia pero no el horror”.
Él informa haber pasado semanas “sumergiéndose en el 11 de septiembre”, una tarea en la que él cree “cada uno de nosotros debería obligarse a hacer”. Después de zambullirse en esa investigación, Miller emergió del otro lado con fuertes convicciones sobre las prioridades de seguridad nacional de su país.
“¿Por qué no son seguros nuestros aeropuertos, fronteras o puertos?… ¿Por qué hay tres millones de personas en los Estados Unidos que se han quedado más de lo permitido por sus visas? ¿Por qué el asesinato de tres mil personas no es suficiente para sacarnos de nuestra apatía?” escribió. “Tal vez, si más personas investigaran la verdadera historia del 11 de septiembre, en todo su horror, no hará falta otro ataque, y más devastación incalculable, para motivarnos a arreglar el peligroso status quo”.
Miller se sintió lo suficientemente motivado, y pondría en práctica esas creencias —que se materializaron en un fuerte sentimiento xenófobo y una afinidad por la seguridad fronteriza estricta— a lo largo de su futura carrera en el espacio político.
Después de graduarse de Duke, trabajó como secretario de prensa de la diputada republicana por Minnesota Michele Bachmann, y el diputado republicano por Arizona John Shadegg, antes de unirse al personal del senador republicano por Alabama, Jeff Sessions. Allí, Miller redactó un “manual de inmigración” lleno de puntos de discusión clave para funcionarios republicanos que serían fundamentales para derribar un proyecto de ley bipartidista de reforma migratoria conocido como el plan de la “Pandilla de los Ocho”, que buscaba establecer un camino hacia la ciudadanía para algunos inmigrantes que residían ilegalmente en el país, al tiempo que fortalecía las medidas de control fronterizo.
El papel de Miller en matar con éxito el proyecto de ley se convirtió en el primer paso importante para arreglar lo que vio en 2006 como un sistema de seguridad nacional “poroso, insuficientemente tripulado y políticamente correcto”.
Miller dejó la oficina de Sessions en 2016 para unirse a la campaña de Trump. Después de que la candidatura republicana ganara la Casa Blanca en noviembre, Miller se convirtió en una de las principales voces de la administración en materia de inmigración. Se le ha atribuido ampliamente liderar el esfuerzo para implementar la controvertida prohibición de viaje de 2017 dirigida a varios países mayoritariamente musulmanes, así como la medida de 2018 para separar a las familias inmigrantes en la frontera entre Estados Unidos y México como estrategia de disuasión.
Ahora, como figura clave detrás del regreso de Trump a la Oficina Oval, se han referido a Miller como un “arquitecto líder” de la agenda de inmigración de la administración, que hasta ahora se ha caracterizado por deportaciones masivas y una seguridad fronteriza más estricta. Los primeros pasos de este plan ya están en marcha, con la Ley Laken Riley promulgada por Trump el 29 de enero —la primera legislación que salió de su segundo mandato— y varias de las primeras órdenes ejecutivas destinadas a tomar medidas enérgicas contra la inmigración ilegal.
Como figura clave detrás del regreso de Trump a la Oficina Oval, se han referido a Miller como un “arquitecto líder” de la agenda de inmigración de la administración, que hasta ahora se ha caracterizado por deportaciones masivas y una seguridad fronteriza más estricta.
La preferencia de Miller por una política de inmigración fuertemente restrictiva no se originó en Duke —publicó artículos de opinión con un sentimiento similar al America First cuando estaba en la preparatoria y sus ex compañeros de California lo recuerdan por su fuerte “ideología excluyente” y su tono a menudo soberbio.
Aun así, las opiniones de Miller al respecto parecen tan ciertas en sus políticas actuales como cuando las narró a sus 21 años.
“Esto no tiene nada que ver con republicanos o demócratas, derecha o izquierda. Esto no debería ser político”, escribió Miller en 2006. “Que esas trágicas muertes sean toda la motivación que necesitemos para luchar contra el terrorismo y mantener a salvo a nuestra nación. Dios nos ampare si no lo hacemos”.
Diversidad de perspectivas…
Miller fue durante un tiempo presidente de la delegación de Duke de Estudiantes por la Libertad Académica y a veces escribía como representante de la organización. Como tal, muchas de sus columnas presentaban una corriente oculta de defensa de una mayor diversidad ideológica en el campus.
Su primera pieza, publicada en septiembre de 2005 y titulada “Bienvenidos a la Universidad Izquierdista”, inició el tema recurrente. Allí, acusó a Duke de quedarse corta en diversidad de pensamiento, una “deficiencia vergonzosa” que Miller atribuyó a la Universidad y sus instituciones homólogas.
“Nuestra academia es terrible e innegablemente unilateral”, escribió. “Al igual que innumerables otras escuelas en todo el país, nosotros también somos una universidad de izquierda”.
Miller señaló una encuesta de profesores en humanidades y artes liberales realizada por la Unión Conservadora de Duke en 2004, que encontró que los demócratas superaban a los republicanos en más de seis a uno. Retomó este desequilibrio en varias de sus columnas para argumentar que las opiniones políticas de los profesores influían en su enfoque de la enseñanza, en perjuicio de sus alumnos.
Así abre una pieza de febrero de 2006: “Un gran número de profesores de Duke han ignorado los principios básicos de la libertad académica y han abandonado sus obligaciones profesionales. Adoctrinan a los estudiantes en sus ideologías y prejuicios personales y, al hacerlo, traicionan a las mismas personas que se supone que son su principal preocupación”.
Miller escribió que las prácticas de contratación del profesorado se veían socavadas por los prejuicios personales de los miembros del comité, “lo que conduce a un entorno académico monolítico que compromete gravemente la educación de los estudiantes”. También incluyó una lista de testimonios de estudiantes que alegaban que varios miembros de la facultad no estaban dispuestos a escuchar opiniones diferentes a las suyas en el aula.
En su infame serie de dos partes “Perfeccionando a Duke”, en la que Miller presentó una lista de sugerencias para mejorar las políticas de la universidad y la experiencia de los estudiantes, abogó por una “declaración de derechos de los estudiantes que garantice a todos los alumnos de este campus una educación libre de discriminación política, adoctrinamiento partidista y calificaciones por motivos políticos” para disuadir a los profesores de “dedicarse al activismo en lugar de a la instrucción” en el atril. En ese sentido, hizo un llamado a la Universidad a “dejar de contratar y mantener en sus puestos a radicales cuya primera causa es la política y no la educación, que humillan a nuestra escuela y ponen en duda la seriedad con que nos tomamos nuestra misión académica”.
La administración Trump de hoy ha adoptado gran parte de la misma retórica, con el ahora presidente jurando durante su campaña de 2024 terminar con el “wokismo” y el “adoctrinamiento de izquierda” en las aulas de todo el país. Desde que asumió el cargo, Trump ha firmado órdenes ejecutivas que imponen recortes de financiamiento para las escuelas a nivel K-12 y universitario que tengan iniciativas de diversidad, equidad e inclusión, promoviendo en su lugar la “educación patriótica”. Su vicepresidente, J.D. Vance, invocó una vez al expresidente Richard Nixon, graduado de la Facultad de Derecho en 1937, para afirmar que “los profesores son el enemigo”.
La administración Trump de hoy ha adoptado gran parte de la misma retórica, con el ahora presidente jurando durante su campaña de 2024 terminar con el “wokismo” y el “adoctrinamiento de izquierda” en las aulas de todo el país.
…pero solo para unos pocos
Incluso cuando el futuro asesor presidencial Miller promovió un mayor impulso por la diversidad ideológica en el campus como una solución a lo que él veía como un sistema de educación superior políticamente aislado, el columnista dedicó una cantidad considerable de espacio en sus páginas a criticar a quienes expresaron puntos de vista en fuerte oposición a los suyos.
En su columna inaugural, condenó la “terrible” decisión del entonces Presidente Richard Brodhead de permitir al Movimiento de Solidaridad con Palestina celebrar una conferencia en el campus, alegando que el grupo tenía conexiones con organizaciones terroristas. La administración Trump hoy ha planteado una posición similar, denunciando las protestas pro-Palestina actuales en los campus universitarios como parte de una “revolución radical” y prometiendo deportar a estudiantes internacionales que participen en ellas.
Miller se opuso a otras decisiones de la administración de la Universidad que, en su opinión, revelaban un sesgo liberal, como recibir a Maya Angelou para un discurso de convocatoria o no celebrar la Navidad con suficiente fervor, tema al que dedicó dos artículos (Miller es judío, pero argumentó que “el cristianismo está incrustado en el alma misma de nuestra nación” y, por tanto, la festividad merecía un mayor reconocimiento en el campus).
Miller es judío, pero argumentó que “el cristianismo está incrustado en el alma misma de nuestra nación”
Notablemente, él repetidamente criticó a administradores, profesores, compañeros y la prensa por saltar a la conclusión de que tres jugadores de lacrosse de Duke eran culpables de violación, a pesar de lo que él expuso como pruebas inadecuadas y un fiscal de distrito políticamente motivado con un enfoque laxo respecto al debido proceso. Miller fue reivindicado primero en 2007 por un veredicto de inocencia, y nuevamente en 2024 cuando la acusadora Crystal Mangum confesó haber fabricado las acusaciones.
Miller señaló a Hollywood como otro blanco de su desdén, pero estas quejas eran más consistentes con la petición recurrente de diversidad de puntos de vista. Similar a los cargos que presentó contra el profesorado de Duke, Miller acusó a la industria del entretenimiento de servir como “máquina de propaganda”, difundiendo mensajes de tendencia liberal y fomentando la división cultural.
“Se está librando una gran guerra ideológica por el futuro del país, y después del sistema educativo, la industria del entretenimiento es el recurso más influyente de la izquierda”, escribió en enero de 2006.
Una nación, indivisible
Aun así, las opiniones de Miller representadas en su columna no son inherentemente anti-institucionales. Si bien criticó con frecuencia a las llamadas élites liberales en las instituciones culturales estadounidenses y en toda la industria de la educación superior, afirmó constantemente un gran amor por su alma mater y deseo por verla crecer y mejorar.
“Si realmente amamos a Duke y apoyamos verdaderamente a sus estudiantes, entonces tomaremos medidas para reparar la Universidad que amamos y proteger a todos sus estudiantes presentes y futuros”, escribió Miller en febrero de 2007. “Si realmente amamos a Duke, entonces exigiremos que esté a la altura de sus ideales”.
Enmarcar la crítica como un medio para mejorar los sistemas institucionales fue un enfoque que Miller aplicó a su comentario sobre la nación en su conjunto, cuya “grandeza” exaltaba a menudo. A pesar de toda la división que vio en el país a través de líneas ideológicas, raciales y culturales, en su columna final para The Chronicle, Miller dejó a los lectores un mensaje de unidad.
“Tal como sucedió en nuestros primeros días como 13 colonias, solo unidos podemos asumir la carga. Solo unidos perdurará nuestra amada república”, firmó el 23 de abril de 2007.
El futuro graduado de Duke —y eventual redactor de discursos del presidente— escribió entonces sobre temas que llegarían a ser predicados por el comandante supremo de la nación, predicando una visión del excepcionalismo estadounidense y haciendo un llamamiento a una muestra de unidad digna de la máxima rectora de la nación: “E Pluribus Unum.”
El futuro graduado de Duke —y eventual redactor de discursos del presidente— escribió entonces sobre temas que llegarían a ser predicados por el comandante supremo de la nación
Pero como señalaron los críticos de Trump este año, cuando hizo de la unidad una parte central de su mensaje de campaña —haciendo eco de la oposición a Miller en aquel entonces— este énfasis contrasta con un largo historial de retórica divisiva.
Miller ciertamente no es el primer agente político que muestra signos de contradicción en su discurso. Pero al menos a través de la fotografía que ofrecen las páginas de The Chronicle, el enfoque de la búsqueda de una unión más perfecta adoptado por una de las voces favoritas del presidente parece caracterizarse por una tendencia a confundir armonía cultural con homogeneidad cultural.
*Zoe Kolenovsky es estudiante de tercer año de pregrado en Duke University, donde se especializa en políticas públicas, ciencias ambientales y periodismo. Es editora de noticias en The Chronicle.
El texto original en inglés fue publicado en The Chronicle el 28 de febrero de 2025 y puede consultarse en el siguiente link: https://www.dukechronicle.com/article/2025/02/duke-university-stephen-miller-chronicle-opinion-column-miller-time-conservative-controversial-trump-administration-deputy-chief-of-staff-for-policy-trumps-brain