Greg Abbot, el gobernador de Texas, ha comenzado a implementar agresivas políticas antiinmigrantes que anticipan las propuestas de Donald Trump para su próximo mandato presidencial. Con medidas como la instalación de boyas con alambres de púas en el Río Grande y la expansión de barreras fronterizas, Abbott busca convertir a Texas en un modelo nacional de política migratoria estricta. Estas acciones, consideradas por Tom Homan, futuro “zar fronterizo” de Trump, como “un éxito sin precedentes”, pretenden crear una frontera sur prácticamente impenetrable, mientras generan tensiones con las autoridades federales y preocupaciones por sus impactos humanitarios y medioambientales.
Las boyas instaladas en el Río Grande recibieron inicialmente órdenes judiciales de retirada, pero se han extendido tras un fallo favorable de la apelación. Estas barreras representan graves riesgos para los migrantes: ya se han reportado cadáveres hallados en sus proximidades. También han sido criticadas por su impacto ambiental, como la erosión y el descenso de los niveles de agua. Paralelamente, Texas ha reforzado su jurisdicción con alambradas en áreas como Eagle Pass, enfrentando las reclamaciones del gobierno federal, lo que marca tensiones sobre el manejo de la frontera.
En preparación para el regreso de Trump a la presidencia, Abbott también ofreció terrenos en Texas para construir centros de detención masiva. Además, una nueva medida exige a los hospitales preguntar a los pacientes sobre su estatus migratorio, bajo amenaza de retirar fondos a los que la incumplan. Esta medida, vigente desde noviembre, ha generado temor entre las comunidades inmigrantes y críticas por parte de grupos de derechos humanos, quienes ven en estas acciones un anticipo del enfoque severo que podría marcar la nueva administración de Trump.