El pasado 12 de febrero, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladímir Putin, en la que ambos acordaron iniciar “negociaciones inmediatas” para poner fin a la guerra en Ucrania. Trump afirmó que ambos mandatarios pretenden detener las millones de muertes que se producen por el conflicto. Este llamado rompe años de silencio entre el Kremlin y la Casa Blanca, y deja fuera de las negociaciones sobre el conflicto tanto a Ucrania como a la Unión Europea.
El mismo día, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, avaló parte de la posición rusa sobre el conflicto en Ucrania y afirmó que el objetivo declarado de recuperar la totalidad del territorio ucraniano reconocido internacionalmente es “poco realista”; además, descartó la posibilidad de que Ucrania se vuelva miembro de la OTAN.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, insistió en que Ucrania no aceptará ninguna negociación bilateral sobre su país sin su participación directa. La voluntad de Trump de darle un rápido cierre a la guerra, las reiteradas críticas al apoyo económico a Ucrania y la llamada telefónica con Putin generan preocupaciones en Kiev, pues indican que Estados Unidos pretende alcanzar una paz en los términos de Moscú. El viernes pasado, Zelenski dijo que estaba abierto a conversar directamente con Rusia para acordar una posición común con Estados Unidos. El viernes 14 de febrero, el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, se reunió con el presidente Zelenski en Múnich para informarle de la postura que tomará Washington con relación a Ucrania.