El pasado miércoles 6 de noviembre, el huracán Rafael entró a la isla caribeña como un poderoso huracán categoría 3, provocando enormes destrozos en el occidente y el centro del país. Hasta la madrugada del jueves hubo vientos de hasta 185 kilómetros por hora e intensas lluvias, de hasta 200 milímetros. Rafael golpeó fuertemente algunas de las zonas más densamente pobladas, como las provincias de Artemisa, Pinar del Río y La Habana, capital del país.Cuba volvió a sufrir una desconexión total de su sistema eléctrico, quedando nuevamente a oscuras. Las autoridades afirman que hubo “grandes afectaciones” en varios territorios, especialmente en viviendas, infraestructura eléctrica y agricultura.
En La Habana, el primer relevamiento da cuenta de 461 derrumbes (parciales y totales) y más de 500 postes de luz destruidos, lo que dificulta aún más la conexión eléctrica. En Artemisa, la provincia más afectada, se calcula que hubo daños en más de 15 mil hectáreas de cultivos y que en total hubo más de 267 mil evacuados.
A través de su cuenta de la red social X, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, afirmó que, por el momento, “gracias a la evacuación temprana en regiones afectadas no se reportan fallecidos en Cuba tras el paso del huracán Rafael. Se mantiene la atención a la población evacuada y se trabaja en la creación de condiciones y el retorno gradual a la normalidad del país”.
El desastre natural se da solo dos semanas después del paso del huracán Oscar, que el 21 de octubre afectó seriamente el este de la isla, principalmente la provincia oriental de Guantánamo. En ese caso, Oscar golpeó la isla caribeña mientras ésta atravesaba una desconexión total del sistema eléctrico, provocando un apagón que dejó al país sin luz durante cuatro días.
La destrucción del huracán Rafael se suma a la grave crisis económica que sufre el país desde la pandemia del Covid-19, la cual ha provocado un intenso ciclo de migración.