En la última semana, Evo Morales puso fin a una huelga de hambre que había iniciado para exigir el respeto a las decisiones tomadas en el Congreso del Movimiento al Socialismo (MAS) en Lauca Ñ, donde fue ratificado como líder del partido. Durante los seis días que duró la protesta, Morales se mantuvo firme en sus demandas, denunciando lo que considera un intento del gobierno de Luis Arce por desconocer su liderazgo y dividir al MAS. La medida generó un fuerte impacto político y social, polarizando aún más las posturas dentro del oficialismo y destacando la creciente pugna entre las facciones del partido.
Al concluir su huelga de hambre, Evo Morales delineó una serie de acciones para abordar la crisis política en Bolivia. Propuso la instalación de dos mesas de diálogo con el gobierno de Arce: una enfocada en temas económicos y otra en asuntos políticos. Para garantizar la transparencia y eficacia de estas negociaciones, solicitó la participación de organismos internacionales y países amigos como mediadores. Además, Morales instó a sus seguidores a considerar una pausa en los bloqueos de caminos con el objetivo de facilitar el diálogo y evitar enfrentamientos violentos.