La reciente cumbre del BRICS en Kazán, Rusia, ha colocado a Venezuela en una posición delicada en el ámbito internacional. A pesar de que el presidente Nicolás Maduro llegó con la intención de fortalecer la presencia venezolana en el bloque, su país fue vetado por Brasil, que argumentó un “quiebre de confianza” con el gobierno de Maduro. Esto puede considerarse un reflejo de las tensiones políticas luego de los fallidos intentos diplomáticos de Lula por resolver el conflicto postelectoral en Venezuela. Maduro calificó el veto brasileño como una “agresión” y defendió la importancia de Venezuela como socio estratégico en América Latina, punto que secundó el presidente ruso Vladimir Putin durante la cumbre.
Sin embargo, líderes como Celso Amorim, asesor especial de la presidencia de Brasil, se opusieron a la inclusión de Venezuela argumentando que solo naciones que aporten positivamente al grupo deberían ser admitidas. Por su parte, el exministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, ha abogado por el ingreso de países del ALBA a los BRICS, sugiriendo que estas naciones podrían ofrecer un contrapeso a las críticas y sanciones internacionales. A pesar de las dificultades, algunos asistentes a la cumbre han manifestado su apoyo a Venezuela, lo que sugiere que existe una división en la percepción de su papel dentro de la región y en el bloque de los BRICS.